Lozoya habla sobre La igualdad y los hombres
27 abril, 2012
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Hace unos días, en un taller
organizado en Málaga por el Fórum de Política Feminista, Soledad Murillo
(ex secretaria general de Políticas de Igualdad y una de las
principales inspiradoras de la Ley contra la Violencia de Género y de la
Ley de Igualdad) comentaba que en Noruega empiezan a considerar la
igualdad como algo superado, pese a ocupar el segundo lugar entre los
países de Europa en asesinatos machistas.
Noruega disfruta de la mayor igualdad
entre los sexos del mundo, en liza con sus vecinos nórdicos, gracias a
su legislación, a la disminución de las brechas salariales entre hombres
y mujeres, o a la mayor participación de mujeres en el poder
legislativo y en altos cargos administrativos. Aun así la tasa de
asesinatos machistas es del 6,58 por cada millón de mujeres (España del
2,44) y una de cada 10 mujeres de más de 15 años ha sido violada.
La experiencia de Noruega nos recuerda
que la igualdad para ser efectiva necesita acabar, al mismo tiempo, con
las desigualdades estructurales que padecen las mujeres y con el
machismo; que la sociedad igualitaria que propone el feminismo no será
posible sin el cambio y la implicación de los hombres, un objetivo que
Noruega no ha logrado cuando quiere dar por alcanzada la meta.
“Cuando las barbas de tu vecino veas
cortar…”. Aunque estamos lejos de los países escandinavos en materia de
igualdad, más nos vale tener en cuenta el dato para evitar errores que
pueden llevarnos a una situación similar.
En 1995 hice un estudio con Josep-Vicent
Marques, para el Instituto de la Mujer, sobre la posición de los hombres
ante el cambio de las mujeres. La mayoría se manifestaba a favor del
cambio porque reparaba agravios históricos injustificables, aunque se
quejaban de su velocidad y se resistían a lo que se esperaba de ellos
porque lo vivían como una pérdida de privilegios. Algunos temían que el
verdadero objetivo de las feministas fuera darle la vuelta a la
tortilla.
En los años siguientes la igualdad llegó a
ser el discurso social hegemónico, hasta el punto de que costaba
encontrar quien se opusiera públicamente y los medios de comunicación
tenían que buscar personajes esperpénticos para defender el machismo en
los debates. Hoy la situación es distinta, el discurso neomachista ha
conseguido que amplios sectores de la población crean que la igualdad no
beneficia a la mayoría sino que busca privilegios para las mujeres.
Sin duda se debe a que ellos han renovado
su discurso y a que los hombres por la igualdad no hemos llegado a la
mayoría de los hombres para convencerlos de las virtudes del cambio,
pero no es menos cierto que las políticas públicas de igualdad se han
olvidado de los hombres y este olvido ha facilitado que los neomachistas
usen el disfraz de defensores de la igualdad efectiva.
Las iniciativas institucionales para
ayudar a los hombres en el cambio han sido anecdóticas. Ninguna fuerza
política apuesta por incorporar a los hombres como beneficiarios de las
políticas de igualdad, a sus iniciativas les ha faltado el respaldo
necesario y sus militantes consideran la igualdad un tema de mujeres.
Su falta de sensibilidad ante fenómenos
como el fracaso escolar de los chicos, el precio que pagan niños y
hombres por ir de machos por la vida, la importancia de ampliar los
permisos de paternidad o la necesidad de dotar de prestigio social lo
doméstico y los cuidados, son anécdotas que sumar al hecho de suprimir
el Ministerio de Igualdad sin dar ni pedir ninguna explicación.
Hoy toca defender las conquistas
amenazadas y luchar por una salida de la crisis que incremente el
empoderamiento de las mujeres fomentando la corresponsabilidad, pero no
basta con la combatividad del movimiento de mujeres, hace falta una
mayoría social que incorpore a los hombres. A estos se les puede y se
les debe exigir que renuncien a sus privilegios sin contraprestaciones,
porque es justo y necesario, pero si queremos incorporarlos activamente
al cambio hay que lograr que se sientan parte del mismo.
La igualdad y los hombres parecen como el
agua y el aceite, irreconciliables pero imprescindibles en la dieta
mediterránea. Los hombres, los grandes beneficiarios del Patriarcado,
son imprescindibles para el cambio; su implicación dependerá de que
además de justa, vean que la igualdad les beneficia y no compensa el
precio que pagan por los privilegios.
Llamar cómplices a los hombres por la
igualdad es un paso en la buena dirección, que reivindica el
protagonismo del feminismo corresponsabilizándonos del cambio, pero
refleja las resistencias a considerar aliados a quienes aportamos una
perspectiva y una experiencia necesarias para el diseño y construcción
de ese futuro que queremos compartido.
José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de Hombres por la Igualdad.
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